“Nene, toma una chuche y estate quieto un ratito”. ¿Cuántas veces no hemos oído algo parecido? No hay nada más absurdo que darle a un niño azúcares y pretender que esté relajado.
En los cursos de dietética analizamos como el azúcar es uno de los mayores venenos para nuestro sistema nervioso, y en los niños me atrevería a decir que es el peor. Cuando damos a un niño una galleta de chocolate, un chupachup, un caramelo, un donuts o cualquier bollo, estamos dándole una cantidad brutal de glucosa. La glucosa la utiliza nuestro cuerpo para llevarla a las células y ahí, a través de la respiración celular la glucosa se une al oxígeno y libera energía, por tanto la glucosa nos aporta energía y vitalidad, pero tomada en las dosis adecuadas en la la fruta, la verdura, los cereales, etc. Pero cuando tomamos azúcares refinados, damos un “chute” a nuestro cuerpo de glucosa, le damos en una sola toma una cantidad ingente de glucosa ¿qué pasa entonces en nuestro organismo? La glucosa viaja a las células y aporta mucha energía (demasiada), el niño se vuelve hiperactivo, nervioso, inquieto ¿Cómo va a estarse quieto si le acabas de llenar los depósitos de energía? Pero después nuestro páncreas reacciona, libera grandes cantidades de insulina y entonces los niveles de azúcar bajan, nos sentimos cansados, nos ha venido el bajón, hay gente que dice que incluso se marea y necesita comer algo dulce, claro, hemos pasado de tener los niveles de azúcar en sangre muy elevados a tenerlos bajos, y eso la persona lo vive con un decaimiento brutal, sensación que le empuja de nuevo a tomar más dulce, de ahí que entremos en un círculo vicioso en el que se encuentra mucha gente que no puede pasar sin dulces, ha acostumbrado a su organismo a los “chutes” de glucosa y ahora ya no puede pasar sin ello, es por esto que decimos que el azúcar tiene un efecto adictivo y muy estresante para nuestro sistema nervioso.
En los cursos de dietética estudiamos que la glucosa en su medida es necesaria, pero cuando ya somos adictos al azúcar refinado tenemos un problema. Para corregir esta adicción vamos a tener que rebajar las dosis poco a poco de azúcares, empezar por cambiar el azúcar refinado por frutas desecadas (dátiles, pasas, higos…). Después cambiaremos estos por frutas muy dulces como la uva o el plátano, para poco a poco ir acostumbrando a nuestro cuerpo a regular los picos de glucosa. No son buenas ni las subidas ni las bajadas de glucosa y estos niveles sólo se pueden regular llevando una alimentación equilibrada, en la que por supuesto no cabe el azúcar refinado.
Otro gran estresante es el café, Nos hemos acostumbrado a tomar café diariamente cuando realmente el café se debería tomar como una medicina, sólo en casos muy puntuales de necesidad. El café tiene una acción estimulante sobre nuestras suprarrenales elevando los niveles de adrenalina en sangre. La adrenalina es una sustancia que nuestro cuerpo libera en momentos de estrés o peligro para poder reaccionar de manera más efectiva, aporta mas fuerza, más rapidez, aumenta la concentración… Pero si esta hormona que está diseñada para momentos puntuales de estrés la usamos en el día a día, producimos un efecto estresante sobre nuestro organismo, lo mantenemos siempre en tensión como si estuviéramos en situación de peligro, esto supone un desgaste enorme para nuestro sistema nervioso que evidentemente, reaccionará después con la fatiga, el cansancio y el decaimiento. ¿Pero, qué hacemos entonces? Volvemos a tomar más café y así seguimos viviendo en un estrés permanente hasta el día en que nuestras suprarrenales se agotan, ya no pueden producir más adrenalina y entonces pasamos del estrés a la apatía y el cansancio más absolutos, hasta que llegamos a la depresión crónica. Y entonces preguntamos por qué nos sentimos así.
El azúcar, el café, el alcohol, el tabaco, las bebidas de cola y los redbulls o monsters, los alimentos basura, la adrenalina que tomamos en las carnes debido al estrés que generamos en los animales en el transporte al matadero y el proceso de la matanza, el exceso de alimento… Nuestra alimentación está cargada de agentes estresantes y después nos preguntamos por qué las enfermedades más frecuentes en nuestra sociedad derivan del sistema nervioso.
Rosana Ferre Blanquer