Todas esas emociones que te “comes” pasan por el estómago, encargado de la digestión de los alimentos, las situaciones, las experiencias y tus emociones.
Si te invaden los nervios dirías que tienes un nudo o que se te ha cerrado el estómago. Este se te revuelve cuando algo te da asco o te desagrada profundamente. Si has estado enamorado conocerás la sensación de mariposas en el estómago y cuando alguien te juega una mala pasada te puede sentar como una patada… ¿adivinas dónde?
Son muchas las expresiones populares que ilustran la relación entre tus reacciones y las sensaciones alrededor del órgano; pero más allá de situaciones puntuales, la manera en que vives y afrontas las experiencias puede marcar la diferencia entre tener o no un “estómago feliz” y, por lo tanto, sano.
Cuando rumiamos demasiado
Tu estómago refleja el modo en que absorbes e integras tu realidad y tu capacidad para digerir las nuevas ideas o situaciones.
Por ejemplo, un problema que no podemos digerir, un puesto de trabajo que no hemos conseguido (y que puede suponer dinero para comprar comida). Así como el conflicto de no ser capaz de asimilarlo, está relacionado con el esófago, la “incapacidad de digerir ese bocado” afecta al estómago.
Una comida excesiva o muy grasa, puede producirte una digestión pesada, acidez o hinchazón (por fermentación de los alimentos). Del mismo modo, una experiencia difícil de asimilar por ser demasiado dura, angustiosa o no estar preparado para afrontarla, puede acabar afectando a tu digestión y producir síntomas similares. Si tienes problemas de estómago quizás sientas que tienes que “tragar” con una persona, una circunstancia, un trato intolerable para ti o reconozcas que hay algún asunto del pasado que no has podido aceptar, digerir y pasar página.
Mientras mantienes “atravesado” el conflicto en tu estómago vas dándole vueltas y rumiándolo para intentar gestionarlo. Si se trata de un tema antiguo va fermentando y, si es reciente, se va condensando mientras se mantenga estancado. Si no conseguimos digerirlo, asimilarlo y aprovechar sus “nutrientes” (el aprendizaje de la experiencia), el terreno está abonado para que aparezcan trastornos estomacales: tal alimento se me repite, indigestión, acidez, reflujo, hinchazón, dolor… o puede llegar a problemas más severos como vómitos recurrentes, úlceras e incluso tumoraciones.
Encuentra la causa y ponle remedio
¿Qué o a quién no puedes tragar? ¿Qué hay en tu realidad actual o pasada que te revuelve el estómago? ¿Qué es lo que no puedes o no has podido digerir?
Si padeces alguna dolencia de estómago te animamos a que reflexiones sobre estas preguntas, te alimentes de forma sana e inteligente y, si necesitas más ayuda para resolver tus problemas digestivos, no dudes en consultarnos, existen varias terapias que ofrecen muy buenos resultados en estos casos.