El pH de nuestra sangre y otros fluidos corporales es ligeramente alcalino y debe mantenerse estable (alrededor de 7.40), ya que de ser inferior podría producir alteraciones en nuestra salud.
Actualmente hay muchos factores que nos impiden mantener nuestro PH estable, puesto que solemos llevar una vida con demasiado estrés, preocupaciones, ruidos ambientales y contaminación. La mayoría de las veces no tenemos tiempo ni de comer y mucho menos de preocuparnos por seguir dietas estrictas. Y sin darnos cuenta todo esto es lo que más afecta a nuestra salud y a la capacidad de nuestro organismo para mantenernos protegidos ante las enfermedades. Para empezar hay varios factores que nos ayudarán a equilibrar nuestros niveles de acidez y alcalinidad, como un buen descanso, es muy importante tener una rutina de sueño, intentar acostarnos siempre a la misma hora, aprender a relajarnos, tomarnos unos minutos del día para dejar la mente en blanco y para respirar adecuadamente, recordemos que es muy importante saber respirar bienporqueoxigena la sangre y alimenta el organismo a nivel celular, expulsa las toxinas del cuerpo, mejora la circulación, mejora el tono de la piel, calma el cuerpo y la mente, facilita la concentración, marca un ritmo para el movimiento, ayuda en la activación de los músculos objetivo… Swami Sivananda dice de la respiración yóguica: «El cuerpo se vuelve fuerte y sano: el exceso de grasa desaparece, el rostro resplandece, los ojos centellean y un encanto particular se desprende de toda la personalidad. La voz se vuelve dulce y melodiosa. El adepto ya no es presa de la enfermedad. La digestión se hace con facilidad… Todo el cuerpo se purifica….«. Si además podemos encontrar un hueco de nuestra semana para andar por la montaña y así respirar aire puro y estar en contacto con la naturaleza, mucho mejor.
Para que tengamos un buen estado de salud, el PH del cuerpo tiene que ser ligeramente básico (alcalino). La alcalinidad o acidez de la persona se mide mediante el análisis del PH de la orina, lo normal es tener un PH entre 6 y 7’5, si el Ph es menor, estamos en un terreno ácido, si es mayor, nos encontraremos en un terreno básico. Un medio básico va a ayudar al organismo a que por sí mismo, cure fácilmente cualquier enfermedad, por el contrario, un terreno ácido empeorará todo proceso patógeno y limitará la capacidad de respuesta del organismo. La sangre, tiende a mantenerse equilibrada en este PH , por tanto, todo exceso de acidez lo depositará en los tejidos. La linfa será la encargada de recoger y depurar ese exceso de acidez, pero, si la acidez es tal que la linfa no puede depurarla completamente, empezaremos a sentir los primeros síntomas indicativos de un exceso de acidez: los primeros en afectarse son los linfocitos, con lo cual, la persona va a empezar a ser víctima recurrente de procesos víricos e infecciosos, las heridas e inflamaciones van a tardar mucho en curar y, un sistema defensivo pobre está estrechamente relacionado con nuestro estado anímico de lucha en la vida, empezaremos a perder ilusiones y a caer en frecuentes depresiones motivadas por una actitud de rendición ante las dificultades o los retos de la vida diaria.
Cuando la linfa está tan sobrecargada que no puede depurar toda la acidez del cuerpo, vuelve a dejar los ácidos en los tejidos. Los siguientes problemas van a afectar a los órganos de expulsión del cuerpo: riñones, piel, pulmones e intestinos. Empezaran a aparecer arena o piedras en los riñones; eccemas, irritaciones y prurito en la piel; faringitis crónicas, bronquitis, agravamiento de los procesos alérgicos; gastritis, y malestares intestinales, envejecimiento celular, mayor riesgo de padecer enfermedades del corazón, mayor riesgo de cáncer, colitis o gastritis…Junto a estos procesos, encontraremos un cansancio generalizado, irritación, nerviosismo y frecuente dolor de cabeza. Cuando la acidez sigue aumentando, finalmente se resienten los tejidos y tenemos problemas como la desmineralización ósea, dolores en las extremidades, reuma y artritis.
Es por todas estas razones que se recomienda llevar una dieta rica en verduras y frutas, como la manzana, el aguacate, las espinacas, el limón, el pepino o la zanahoria, que contribuyen a compensar el exceso de ácidos que normalmente se producen en el organismo. Y deberemos evitar el alcohol, café e irritantes, proteínas (sobretodo carnes rojas), leche (aunque sea básica el resultado final del proceso digestivo deja restos acidificantes), la fruta ácida, falta de una buena oxigenación, el sedentarismo, falta de consumo de agua…
Lo ideal es mantener una dieta rica en alimentos alcalinos (un 70%) y moderada en alimentos ácidos (un 30%).
Génesis Gutiérrez